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  • Foto del escritorRosmary Sánchez Zavala

Mi hijo no quiere comer. No obligar a ingerir comidas


¡Te lo comes todo!, "una cucharada más", "abre la boca, mastica y traga", ¡deja de distraerte y come!, "abre la boca grande", "deja de llorar y come", ¡siéntate tranquil@!, son algunas de las frases que se escuchan en cientos y hasta miles de comedores durante las diferentes horas en las que se sirve el alimento, guerras entre madres, padres, cuidadores e hijos que se centran en la necesidad de los padres de que los pequeños acaben con lo que está en su plato a la velocidad que se les ha definido para ello.


Ningún adulto podría soportar tal presión para comer, imagínese usted estar en casa de unos amigos y que estos cuchara en mano le metieran a su boca bocados de los alimentos que usted apenas y logra masticar, a velocidades que poco le permiten disfrutar de la comida, haciéndole doloroso el hecho de tragar, además de ello hay tensión, le presionan hasta hacerle llorar y le obligan a permanecer sentad@ hasta acabar con lo que se han dispuesto para usted en el plato, estoy convencida de que después de una noche así no volvería jamás a cenar con estos amigos, por mucho que les quiera y muy apetecible que fuesen los alimentos que han presentado.


De este modo, la realidad es que nadie disfruta de los alimentos mientras es obligado a comerlos. La necesidad fisiológica de alimentación no tiene condicionantes ni está definida por horarios preestablecidos, se dispara cuando se siente la necesidad, es por ello que para comer lo único que se necesita es tener hambre, de allí que un niño que no ha comido a las 12, quizá a las 2 pueda tener hambre. O que otro niño que hoy se ha comido sin problemas todo un plato, mañana se sienta satisfecho con solo la mitad de el mismo.


Como padres nuestra necesidad de control nos lleva a interrogarnos si ese par de cucharadas que ha ingerido por voluntad propia serán o no suficientes, cubrirán o no su necesidad; la realidad es que no existe una balanza estandarizada que nos permita sentirnos menos angustiados sobre cuánto se espera que ingieran los niños en tales o cuales edades.


De modo que como cuidadores nuestra necesidad de control necesita ceder para permitirle al niño autorregularse en torno al consumo de los alimentos que necesita para satisfacer su demanda fisiológica. Nuestro único trabajo aquí es presentar alimentos saludables, de formas fáciles de ingerir y ser ejemplo para ellos.

En múltiples investigaciones se invita a los padres y cuidadores a abandonar hábitos de alimentación infantil como la cucharada de más, que le indica al niño que aun cuando ha llegado al punto de la saciedad debe seguir comiendo. Esta cucharada más, que para nosotros puede significar una tontería o puede calmar nuestra ansiedad con respecto a lo que han comido, se convierte en una condición contraproducente pues se asocia el alimento con atiborramiento, con pesadez y se condiciona al cuerpo a llegar a ese punto cuando se come para sentirse satisfecho.


Un estudio realizado en la Universidad de California y titulado Sólo tres bocados más, explica como este hábito paterno/materno se convierte en la puerta de entrada para el fenómeno de la obesidad infantil.


Así mismo, al usar asociaciones de los alimentos con control o pauta pauta de disciplina "si te lo comes todo sales a jugar", "si te portas bien puedes comer helado" le estamos distorsionando su carácter y cambiándole su función. Es por ello que en la vida adulta el alimento se convierte en un regulador de las emociones y mezclamos ansiedad con hambre o tristeza con dejar o comer. Esto por dar solo un ejemplo de las diversas asociaciones a las que sometemos a los alimentos al ponerle estas condicionantes.


De allí que la invitación es a establecer una relación saludable con la comida, alejada de la necesidad de control, nuestra labor se centra en ofertar en diversos momentos del día diferentes opciones nutritivas que le permitan a los niños cubrir sus necesidades fisiológicas, permitiéndoles regularse en sus ingesta y confiando en ellos.


La idea es respetar al niño como un ser humano capaz de autorregularse y brindarle una alimentación adecuada a nivel físico con las condiciones psicológicas idóneas para que pueda disfrutarlas. En palabras de Julio Basulto, nutricionista y autor de -Se me hace bola-: "Tenemos que tener una relación más normal con la comida. Tan normal como respirar o pestañear”. A nadie se le obliga a eso.


Si necesitas apoyo y acompañamiento para manejar las situaciones en torno a la alimentación infantil, puedes solicitar nuestro servicio de consulta Online a través de info@mipsicomama.com

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