Una madre durante una #consultaonline me manifestaba que su hija de 9 años constantemente se mostraba inquieta y preocupada por pensamientos que llegaban a su mente como una ráfaga de miedo, culpa, vergüenza o simplemente como recordatorio de algo que no había hecho o que no había logrado hacerlo según las expectativas que ella consideraba estaban dispuestas para ello. Ejemplo de ello ¨la tarea no quedó bien, seguro la maestra se va a molestar conmigo¨, ¨se van a burlar de mi¨, ¨no debí irme a dormir sin terminar lo pendiente¨, ¨los niños me miran mal¨, ¨¿y si a mami le pasa algo malo mientras no estoy?¨, ¨¿soy una mala hija?¨.
Es común que tengamos pensamientos que se nos presenten en forma de interrogante o problema, en efecto es un mecanismo de adaptación que nos permite crear múltiples soluciones a diversas situaciones del día a día. El detalle está cuando no poseemos los mecanismos emocionales o madurativos para gestionar estos pensamientos y los mismos se transforman en una forma repetitiva de alarma o idea rotativa que irrumpe las actividades del día para producir emociones displacenteras.
Este estilo de pensamiento catastrofista o posiblemente amenazante es lo que en psicología se conoce como PENSAMIENTO INTRUSIVO. Los mismos, son una respuesta automática, irracional, desproporcionada de cara a tensiones emocionales que conviven en el niño o adolescente (también sucede en adultos) y cuya interpretación activa reacciones de ansiedad. El detalle de estos pensamientos es que si no se interviene a tiempo sobre la causa que los dispara y se trabaja con el niño o adolescente para liberarlos de la interpretación negativa o la ansiedad por detenerlos, es muy probable que se transformen en la base de pensamientos obsesivos y compulsiones.
Algunas veces los padres-madres y cuidadores buscarán que el niño o el adolescente por si solo desestime estos pensamientos y les reste importancia, sin embargo es clave y fundamental analizar las causas que conllevan a la persona a sostener estas atribuciones negativas y trabajar sobre ello.
Entre las recomendaciones iniciales de cara a estos pensamientos podemos dar 5 claves:
Todo a su tiempo, un paso a la vez: como padres acompañantes en la gestión emocional es importante entender que frenar estos pensamientos no es algo que sucederá de manera inmediata, pues si ya forman parte del repertorio de reacciones emocionales de nuestros hijos, habrá trabajo emocional profundo que realizar, más allá de un simple: ¨no pienses en eso¨ o ¨nada va a pasar¨. En efecto algunos niños se sentirán más ansiosos ante esta negativa a la oportunidad de decir lo que se tiene en mente, o podrán sentirse presionados en complacer al adulto y llegar a mentir sobre lo que sienten-piensan para evitar estas minimizaciones externas. Iniciar validando el pensamiento, es darle cabida y comenzar a trabajar sobre su significado real.
Son pensamientos, no eres tu: uno de los detalles más significativos de estos pensamientos es que se encriptan en modo de preocupación, de modo que llevan a quien los experimentan a sentir que todo es un caos por su culpa, saturando su habilidad para responder a aquello que les genera necesidad de control. De este modo, como padres y acompañantes, podemos explicar que nosotros también poseemos estos tipos de pensamientos, ayudarles a ver las proporciones de los mismos, valernos de ejemplos para contrarrestar la idea que les hace sentir víctimas y a la vez verdugos de las circunstancias. La contención emocional y la empatía serán claves en este proceso.
Abre tus oídos y tus ojos: permite a tus hijos hablar sobre estos pensamientos, a la vez que les ayudas a encontrar mantras o frases reafirmadas positivas que contrarresten el efecto de desbordamiento emocional que puede presentarse. El proceso no es ser reactivo ante los pensamientos, ni montarnos en falsas creencias heroicas, sino escuchar abiertamente, preguntar sobre estos pensamientos y acompañar a nuestros hijos a encontrar otros pensamientos más calmados que les inviten a ver las situaciones con mayor percepción de control.
Cambia el foco: una manera de poner en marcha este punto es entender que mientras más nos enfocamos en detener aquello que no queremos que aparezca más aparecerá. Imagina que te pido que no pienses en un elefante rosado, de seguro estarás pensando en un elefante rosado, algo en lo que no pensabas antes de leer estas líneas. Ahora bien, si en su lugar validamos la emoción de fondo y tratamos de entender que activa este mecanismo de respuesta nuestro enfoque de solución cambia. Ejemplo: ¿hay algo que podamos hacer para solucionar eso en este momento?, ¿cómo puedo ayudarte?, ¿si no se soluciona ya, qué es lo peor que puede suceder?, ¿qué tal si hacemos una escalera de pensamientos que te preocupan de menor a mayor y otra de soluciones que podemos poner en marcha?. Otra forma es activar otros pensamientos, por ejemplo: ¿qué es lo que más te gusta de la escuela?, ¿Lograste descansar?, ¿te gustaría comer en casa o salir a comer en algún lugar?, este mecanismo y los escenarios imaginarios (imagina que tienes un super poder o imagina que salimos de vacaciones ya…) pueden hacer que la intrusión del pensamiento automático merme.
Acompañamiento: si nota que este esquema de respuesta le sobrepasa o que carece de los recursos para acompañar a sus hijos en ellos, es válido (y recomendable) acompañarse de un terapeuta que le permita encontrar vías para solucionarlos, pues la clave es fortalecer la salud de estas mentes jóvenes, brindándoles recursos que les ayuden a sentirse cómodos, con coraje y valentía para poner de lado estos pensamientos catastróficos y fluir con los descubrimientos de sus propias habilidades solucionadoras.
En caso de que requiera acompañamiento en mipsicomama contamos con servicio de consulta online, pregunte por el servicio a través de info@mipsicomama.com
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