Muchos padres me comentan angustiados la duda de por qué sus hij@s parecen no escucharles, inclusive utilizando frases como "parece que hablo chino" o "he llegado a pensar que tiene problemas auditivos.
Sentir que nuestros hijos no nos escuchan, a veces se debe a que hemos asociado la idea de que nos escuchen con el principio de la obediencia. Entonces, claramente, si no obedecen, asumimos que no nos están escuchando.
De este modo, esa "escucha" que esperamos se traduce en que los hijos respondan a aquello que le hemos pedido y cumplan con lo que le estamos solicitando. Con esto en mente la pregunta que da inicio a este post queda ampliada al principio de cooperación, atención y respuesta activa a aquello que les hemos planteado.
Ahora bien antes de darte algunas recomendaciones para hablar el mismo idioma de tus hijos, aumentar el nivel de empatía y la cooperación, entendamos las razones por las que de momento nuestros niños parecen haber cambiado la frecuencia y habernos sacado de su campo de atención.
Probablemente no nos estamos escuchando: nuestros niños aprenden en gran medida a través del modelaje, por ende conviene observar cómo se están dando las situaciones de escucha en el entorno familiar iniciando por el pilar del hogar: la pareja, de ese modo conviene preguntarse: ¿mamá escucha a papá y viceversa?, ¿mamá o papá escuchan a los hijos?. Realiza una valoración real de las interacciones comunicativas que se realizan en casa, ¿se sienten escuchados nuestros hijos? o ¿existen barreras en nuestras comunicaciones?, estoy o me muestro atento a lo que mis hijos dicen, perciben mi cooperación y ayuda o simplemente estoy más conectado a lo externo que a lo interno.
Les acostumbre que solo hablo en serio si grito o amenazo: muy probablemente hemos entrado en una suerte de círculo vicioso en el que mamá o papá hasta que no griten no son "escuchados", como resultado los niños saben que pueden espaciar el cumplimiento de lo planteado por papá y mamá, pues "no debe ser muy grave si aún no han gritado". Esta situación nace a veces porque confundimos el temor que se da cuando gritamos con atención, y pensamos que solo así podemos lograr que se de la cooperación real en casa. El detalle es que esta situación nos agota y nos pone cerca de nuestros disparadores que nos llevan a gritar aún más o a utilizar otras formas de violencia en nuestras interacciones con los hijos. Como resultado estos se van habituando al grito y este se transforma en el sonido de fondo del hogar, llevando la comunicación en picada.
Estoy demandando constantemente; es muy común ver padres que de comportan como una especie de alternadores eléctricos, pues viven en una demanda frecuente, cargando la relación y la comunicación con los hijos de solicitudes y peticiones, normas, limites, aclaración de expectativas, dejando poco o nulo espacio para que el niño viva en plenitud su libertad y pueda ser parte activa de las decisiones que se toman en torno a el. A la vez que van dejando poca cabida al error y su aprendizaje o a la creatividad. Si eso sucede, el niño para proteger su mundo comienza a ignorar las demandas, refugiándose en lo que hace, concentrando su atención en su realidad, obviando o desatendiendo el mundo que lo rodea.
Me comunico de manera violenta, negativa y poco respetuosa: como resultado el mundo interno del niño busca refugiarse en espacios de seguridad, obviando cualquier discurso que ponga en peligro su integridad, o se desconecta de esas charlas pesadas y cargadas de comparaciones, ironías, sarcasmos, etiquetas y cualquier forma de expresión que derive en violencia verbal. El detalle de este modo de comunicación es que en muchas oportunidades los niños pueden quedarse anclados a los malos tratos verbales, buscando constantemente la reafirmación de conceptos que atenta contra ellos mismos.
No hemos encontrado las palabras que funcionen para nuestros hijos, esto es más común de lo que creemos, a veces podemos usar discursos muy complejos y otras veces podemos quedar atrapados en un bucle de explicaciones que dan poco sentido a la realidad del niño. Esto va desde el uso de palabras complejas hasta elaborar discursos y sermones que lejos de conectar, desconectan.
Solo doy órdenes y digo que no: cuando nuestra comunicación se centra en "noes" o en ordenes constantes es común que el receptor tienda a cerrarse, pues en primer lugar se satura por el poco espacio que dejamos para la libertad de elegir y en segundo lugar porque el cerebro tiende a desconectarse del NO.
No escuchamos el mensaje sino las emociones: a veces los padres podemos sentirnos tan tensos, presionados y acorralados por nuestras emociones abrumadoras que no nos damos cuenta que lejos de comunicar efectivamente lo que queremos o esperamos, estamos juzgando y violentando la experiencia del niño. Así mismo, cuando las emociones de nuestros hijos son intensas y abrumadoras, es muy probable que su canal de aceptación de lo que le decimos se cierre pues está centrado en la emoción compleja que está experimentando.
Algunas recomendaciones para conectarnos con nuestros hijos y hablar el mismo idioma: 1. Construya una relación de escucha, conexión, empatía y afectividad con toda su familia. Si nos disponemos a escuchar más, lo que se nos dice, como nos lo dicen y abrimos nuestros oídos y corazones a lo que nuestros hijos y demás familiares plantean la comunicación se instaurará en el seno familiar. 2. Cuando quiera comunicarles algo imagine que se lo comunican a usted. Acérquese a su radar visual, conecte su voz en un tono agradable y audible, evite gritar y sea afectuoso. Siempre de opciones que conecten. 3. En lugar de demandar, solicitar se le obedezca, o decir no, explique y solicite, cree roles, plantee de manera breve que espera, cree rutinas previsibles, deje en claro que ganarán ambos, dé estructuras para que sus hijos sepan los objetivos que usted espera de cumplan y le acompañen u opinen en función de ellos. Así mismo; siempre muéstrese dispuesto a colaborar usted con aquello que pide que realicen los otros. 4. Cuide el modo como se comunica con sus hijos, sea positivo, amigable, apoye y céntrese siempre en las soluciones. 5. De a poco busque las frases y palabras que funcionan para usted y para sus hijos, a fin de crear formas y maneras claras para hacer llegar el mensaje a sus hijos. Recuerde que nunca está de más la afectividad y la conexión emocional. Recuérdese la importancia de validar las emociones que se están experimentando, para así dejar espacio para el acompañamiento en la gestión de las emociones. 6. Regule sus expectativas con niños pequeños, recuerde que es a partir de los 3 años cuando el discurso perse comienza a dar resultados, antes hay que emprender más trabajo preventivo y físico. Si necesita acompañamiento puede solicitar información de nuestro servicio de consulta online a través de info@mipsicomama.com.
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