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  • Foto del escritorRosmary Sánchez Zavala

Niños que roban: el malestar en la conducta


En una #ConsultaOnline exploraba con unos padres algunos apuntes sobre la conducta de robo de su hijo de 9 años. En este post hablaremos un poco sobre los elementos allí conectados. En primera instancia, claramente este patrón de conducta genera mucha angustia en los padres, parte de ella colmada de culpa sobre su rol en la puesta en marcha de límites y consecuencias en el hogar y por otra parte, preocupación sobre las repercusiones en edades cada vez mayores. De ese modo, tanto el temor de que sus hijos se conviertan en ¨delincuentes juveniles¨ como la victimización sobre el rol que ejercen, termina transformándose en detonador de consecuencias que lejos de poner fin a este patrón conductual negativo, incrementa la aparición de otros fenómenos como las mentiras, el ocultamiento, la baja autoestima y pobre valoración del niño.


Partamos por hacer un viaje hacía lo evolutivo para diferenciar la conducta natural de la conducta de riesgo. Antes de los 6 años, los niños pueden tomar cosas de otras personas (juguetes, golosinas, etc) sin que esto signifique necesariamente la planeación de la sustracción de algo que no les pertenece, es decir: no hay una planificación de voy a ¨robarme¨ eso. En su lugar es un ¨quiero tener eso, me lo voy a llevar¨. Cuando son pequeños, generalmente se debe a que aún no han instaurado en su repertorio de conceptos la idea de propiedad, de modo que entender que algo no les pertenece puede generar estos vacíos de información que les lleva a tomar algunas cosas de otros sin que esto sea nombrado como: conducta de robo. Durante estas edades y antes de los 3 años, los niños se mueven desde el interés, de modo que podrá suceder que en una u otra oportunidad tomen cosas que les pertenecen a otros sin saber o conocer que eso irrespeta la propiedad de los mismos sobre eso que ellos desean obtener.


Esta confusión entre lo que me pertenece y lo que es de otros, se va a aclarando conforme el lenguaje se va consolidando y los matices entre bueno - malo, se van convirtiendo en una relación más concreta. Al mismo tiempo que el niño va madurando el egocentrismo propio de la edad y dando paso a la inclusión del otro en su marco referencial y de experiencia. La internalización de los valores del hogar y el modo como conectamos y validamos esos criterios de propiedad y respeto del otro, van a ir modelando la respuesta posterior del niño en relación con aquello que le pertenece y lo que no.


Es por ello que durante estas edades, hablar de robo, es el equivalente a juzgar y no entender las matices reales del niño y su marco evolutivo.

Conforme el niño crece (4 años en adelante), las emociones van a tener más peso que el simple impulso de tener eso que desea. Pues, el niño podrá poner en marcha la sustracción o el tomar algo que no le pertenece como modo para validar otras carencias o como forma de resolver algunos vacíos emocionales o de gestión de las tensiones que las emociones displacenteras generan. Por ejemplo ante la frustración un niño puede creer que va a solucionar esta emoción poseyendo aquello que desea y no le pertenece. O ante su deseo de llamar la atención y reclamar la mirada de afecto del cuidador o figura de apego principal, el niño podrá gestar estas conductas para obtener la conexión con el otro que siente que le falta.


Explorados los aspectos de la conducta, partamos en otro viaje hacía las causas principales por las que un niño que ya comprender el criterio de propiedad y que posee la madurez para poner en marcha otras conductas solucionadoras de las tensiones de las emociones o que conoce la diferencia entre el bien y el mal pero sin embargo eligen la conducta de robo como modo de manifestar su malestar (Generalmente mayor de 6 años):

  1. El refuerzo paterno-materno: los niños necesitarán construir un concepto sobre propiedad, así como valores relacionados con el respeto de lo que le pertenece a otros y los límites sobre sus deseos. Así como, las consecuencias puntuales si se toma algo que no les pertenece. Si los padres validan la sustracción o robo, evitan conversar sobre el tema y justifican estas conductas o las promueven, claramente los niños copiarán el modelo o reforzarán la idea de que es esperado tomar de los otros aquello que desean, sin que eso suponga un acto incorrecto o una conducta negativa o no beneficiosa. De este modo, como padres y cuidadores caer en la negligencia o abandono sobre nuestra responsabilidad al momento de guiar en la construcción de valores, o en plasmar consecuencias claras a aquello que esperamos sea modificado, podrá validar la conducta de robo. Nuestro ejemplo también es clave, si justificamos pequeñas o grandes robos (ejemplo: quedarnos con algo del vecino, tomar dinero de otro que se ha caído o robar directamente a otros) estaremos enviando el mensaje de que lo que hacemos, no solo es válido, sino también esperado. 

  2. El mundo psico-emocional: para niños con auto concepto debilitado, baja autoestima y escasos recursos de afrontamiento emocional el robo podrá ser un modo de solución hacia las tensiones que subyacen a su mundo interno. De este modo, querer llamar la atención, validarse frente a un grupo de amigos, cubrir carencias emocionales con cosas materiales pueden dar origen a la conducta de robo como malestar conductual de algo que está afectando el manejo psicológico-emocional. Es por ello que algunos niños creen que se autoafirman cuando roban o que marcan su madurez y valentía poniendo en marcha estas conductas potenciales de riesgo. Claramente las carencias emocionales que el niño vive como síntoma de un hogar que no da acompañamiento, hará que este busque llenar estos vacíos con lo que no le pertenece.

  3. El mundo de los impulsos: algunos niños presentan dificultades para controlar sus impulsos, así como para encontrar otros modos de solucionar las tensiones de las emociones disfóricas como es el caso de la frustración y encuentran en el robo un modo de obtener lo que desean, sin esperar con ello o lidiar con la molestia de no poderlo tener. En este camino, los límites en los que se manejan los niños han sido o muy difusos o rígidos, de modo que los niños han evitado el sentir la tensión de las emociones, complaciendo sus deseos, sin que esto les genere malestar o sin hacer empatía con el otro a quién le sustraen algo que es de su propiedad.

  4. Comportamiento de supervivencia: un apego desorganizado que se ha presentado en el niño desde su nacimiento (padres ausentes o negligentes), así como la posibilidad de un trastorno disociativo o la privación de elementos de seguridad o afectividad pueden poner en marcha en el niño un patrón de comportamiento de supervivencia. De ese modo, conductas que ha tenido el niño para garantizar su vida como robar comida, responderá a los patrones que serán complejos de desactivar. Pues están enraizados en la memoria emocional que ha registrado estas carencias e impulsa al niño a compensar este vacío garantizando los recursos para otros momentos cuando no pueda poseer lo que necesita.


¿Cuándo consultar a un especialista?

Hay tres elementos claves a considerar:

  1. La edad del niño, que esta sea superior a los 6 años.

  2. La persistencia de la conducta: que esta se presente en más de una oportunidad, luego de haber conversado con este y establecido consecuencias naturales y claras.

  3. La presencia de otras conductas no beneficiosas de riesgo: ejemplo comportamientos agresivos, impulsividad, irrespeto al otro, conductas violentas o mentiras constantes.


Finalmente dejo algunas recomendaciones puntuales para ir construyendo un camino de soluciones en medio de esta situación:

  1. Sea ejemplo y presencia, como hemos hablado desde el inicio del post, es importante la presencia conectada de padres que creen un sistema de valores que ayude al niño a construir una relación de convivencia con su entorno que sea positiva y armoniosa. En especial enseñar criterios de propiedad y aplicar consecuencias lógicas a la medida de lo vivido, en relación con la sustracción o robo.

  2. Acompáñese de un especialista para poder trabajar algunos elementos psico-emocionales que pueden estar sirviendo como terreno de base para estas conductas no beneficiosas o de riesgo.

  3. Evite el castigo, la vergüenza, los sermones como modo de corrección de la conducta, pues esto lejos de solucionar el problema puede crear rutas para que el niño aprenda a mentir o a ocultar lo que hace, dificultando así el trabajo de acompañamiento necesario para solucionar el malestar de fondo que esta conducta pone de manifiesto. En su lugar, iniciar trabajos de restitución (es decir , cómo solucionar lo que ha sucedido) o de empatía (ponerse en el lugar del que fue robado) pueden ayudar más y dar respuesta más puntual a lo sucedido.

En caso de que requiera acompañamiento, en mipsicomama contamos con servicio de consulta online, pregunte por el servicio a través de info@mipsicomama.com

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